Me niego a pensar que la política obligue a los que se dedican a ella a hacer el ridículo cuando se acercan una elecciones y cuando, como en el caso de Macarena Olona la candidata a la Junta de Andalucia por Vox, quieren convencernos de que nacieron en el lugar equivocado (ella es de Alicante), porque el lugar en el que siempre soñaron hacerlo es, justamente, en la circunscripción en la que se presentan a las elecciones, en su caso Granada, que la señora Macarena Olona se empeña, ridículamente, en llamar Graná, poniendo especial énfasis en acentuar la a final
A mi, como granadina, me repatea un poquito que alguien se empeñe en llamar a mi tierra Graná, como si esa fuese la forma que los granadinos tenemos de llamarla, pero no, no es así. Y esa lucha que ella tiene ahora por acercarse a las esencias andaluzas, nos hace poner en cuestión la seriedad que siempre le atribuimos a los y las Abogadas del Estado, porque la señora Olona lo es, y como estos funcionarios siempre nos parecieron una cosa muy seria, hemos de pensar que las campañas electorales son capaces de cambiar incluso la personalidad de quienes participan en ellas. Pero es que en el caso de la señora en cuestión, esta alteración de la personalidad se hace tan patente que no duda en ponerse en evidencia con tontunas del tipo de aparecer ante la prensa con un mantón de manila colgando de su hombro, sin venir a cuento (ni estaba en una feria, ni en un acto folklórico), como si en Andalucia, la tierra a la que ella se esfuerza en estereotipar, las mujeres fuesen siempre luciendo esa pieza, venga o no a cuento.
Y que la campaña electoral altere su personalidad en los temas lingüísticos, folklóricos (lo de aparecer en un video, claramente de campaña, bebiendo un botellín de Cruz Campo, la cerveza más consumida en Andalucia, es de premio) puede no parecer preocupante, pero cuando se es capaz de saltarse a la torera la legalidad vigente en Andalucia de las condiciones en las que los ciudadanos pueden empadronarse allí, ya estamos hablando de otras cosas, sobre todo cuando se es jurista, cuando se conocen las leyes, así es que no podemos dudar de que ella sabe perfectamente que si bien para ser diputado o diputada al Congreso no se exige ser vecino de la circunscripción por la que se presentan, en el caso de elecciones al Parlamento andaluz, sí. Y esa misma Ley, en su art. 2 nos dice que electores son los que (…)”tengan la condición política de andaluces, conforme al art. 5 del Estatuto de Autonomía“.
Que el propio empresario que dejo que se empadronara en una de sus casas, en Salobreña, Manuel Martín, fuese el expresidente de Vox en Granada, nos puede dar una pista de por donde van las cosas y que esta misma persona admitiese a la Ser que Olona se había empadronado en una de sus viviendas, pero que lo había hecho sin vivir “regularmente” en ella ni tener un contrato de alquiler, nos habla de que la señora Olona se ha saltado las leyes a la torera, algo muy feo en quien presume, y con razón, de tener conocimiento de las mismas, aunque ahora nos salga hablando de “bulos” cuando el Ayuntamiento de Salobreña ha dictado una «resolución de inicio de baja de oficio» de este padrón al no cumplir con la obligación de residir en la vivienda donde está inscrita, después de que la Policía Local no haya podido «acreditar y constatar» que esta resida en la casa donde se empadronó.
La Junta Electoral de Granada, al contrario que la de Madrid con el caso Toni Cantó, ha decidido que la señora Olona tiene derecho a presentarse a las elecciones en Andalucia, pero pueda o no, ya ha transmitido que no es una persona de fiar, porque como ha dicho la ministra de Justicia, Pilar Llop los procesos electorales son «algo muy serio», la «base y sustento de la democracia» y «no se deben, de ninguna manera, retorcer las normas». Unas normas que esta Abogada del Estado si ha retorcido.