MENOS PLATO Y MÁS ZAPATO
Su despacho en la Facultad de Biología siempre está abierto, algo que no nos extraña porque es un rasgo fundamental de su carácter. Un hombre afable y gran conversador para el que la comunicación no tiene secretos porque posee la virtud de explicar lo más árido en un lenguaje sencillo y coloquial, como el que utiliza para descubrirnos los secretos de la nutrición. Tema del que ha dirigido más de 30 tesis doctorales y publicado casi trecientos libros.
Quizás este amor por la investigación le viene de cuando visitaba la farmacia de su abuelo en Mazarrón y veía como encendía unas hornillas especiales para hacer los cocimientos, las precolaciones y preparaba los papelillos, los sellos, las pomadas. Un trabajo interesante y artesanal, muy alejado de lo de ganar dinero que hoy se asocia a eso de tener una farmacia. Pero lo cierto es que el quería vivir otra vida y eso fue lo que le llevó a quedarse en la Universidad, aunque nos reconoce que hubiese querido ser un montón de cosas que no tenían nada que ver con la farmacia: “Yo quería ser músico, ingeniero, mecánico, técnico electrónico. Hice algunos cursos sobre estos temas y seguramente ese fue el motivo de que yo entrase en la Universidad”. Y es que, continua contando, uno de los padres de la nutrición moderna, don Gregorio Varela, preguntó una vez en clase si alguno sabía algo de electrónica y él con gran atrevimiento se ofreció para solucionar los problemas surgidos en el laboratorio del profesor y como siempre ha sido un hombre de suerte, tuvo la fortuna de hallar la solución adecuada y se vio entrando como mecánico-electrónico, electricista “realmente no se de que entré”, para terminar dedicándose en cuerpo y alma a lo que ha sido el eje de su vida, la nutrición: “Siempre hemos hecho fisiología relacionada con la nutrición. Porque la madre, los padres de la nutrición moderna, son la fisiológica y la bioquímica. Sin esas dos herramientas es muy difícil saber nutrición”.