El nacimiento de podemos fue un tanto peculiar, con eso de “las mareas”, que significaban, más o menos, que pequeñas formaciones de izquierda de cada autonomía, trufadas de nacionalismo, algunas de ellas con tufillo anticapitalista, y que no contaban con la fuerza suficiente como para tener representación parlamentaria, encontraran el asidero para empezar a hacerse ver. Pero los últimos datos electorales, en Galicia y País Vasco, en las autonómicas, vinieron a demostrar que la formula es muy difícil de mantener, porque no se puede estar en misa y repicando a la vez. No se puede ser un partido de ámbito estatal, y a la vez responder a las exigencias de los nacionalistas-independentistas de cada región que demandan otras cosas para su territorio. Y ese ejercicio de funambulismo, tan difícil de sostener, provoca que el señor Iglesias haya hecho muchas veces el más absoluto de los ridículos apareciendo besando una ikurriña, en un acto electoral en el País Vasco, y casi lanzándose a hablar gallego en Galicia, lo que no impidió que en las ultimas elecciones autonómicas, celebradas el pasado mes de julio en esas comunidades autónomas, recibiese un varapalo de alcance monumental quedándose, como todos ustedes saben, fuera del parlamento gallego y permaneciendo de manera residual en el Parlamento vasco.
En cualquier otro partido político, hubiese habido una profunda reflexión sobre esos desastrosos resultados, pero el peligro de las formaciones donde se impone la figura del “amado líder”, es que no queda espacio para la reflexión ni el análisis, si este no lo desea. Y, al parecer, Pablo Iglesias no lo desea, embolicado con lo de derribar a la monarquía y ser el artífice de lo de la plurinacionalidad.
Pues bien, este partido de profundos bandazos estratégicos, dependiendo del lugar en el que se encuentre. Este partido, que ha defendido con uñas y dientes la llamada Ley Celaá (sobre todo en lo referente a la subordinación del castellano al catalán, en aquella autonomía), hasta el punto de que en el texto final se ha eliminado la frase que figuraba en el propio proyecto de la Lomloe: «Castellano, lengua oficial del Estado», dando todo el protagonismo al diputado de en Comú Podem, Joan Mena, en su calidad de portavoz de Unidas Podemos en la Comisión de Educación del Congreso, para que dijera que la reforma permitirá «el blindaje de la escuela catalana y del modelo de inmersión lingüística», porque «Es un paso importante para Cataluña y para el conjunto del Estado, que da pasos firmes en reconocimiento del plurilingüismo y de la plurinacionalidad», ha registrado una iniciativa para pedir al Gobierno de la Comunidad de Madrid que tome las medidas pertinentes para que el castellano sea la lengua vehicular en la región ya que “en muchos centros la vehicular es el inglés con efectos segregadores y negativos para la enseñanza”. Sí, en la exposición de motivos de la iniciativa, IU-Podemos ha señalado que este modelo de enseñanza funciona como segregador, teniendo en cuenta “que muchas familia no pueden acceder en buenas condiciones al mismo, al carecer los padres y madres de conocimientos de ingles que les permitan ayudar a sus hijos de poder sufragarse un esfuerzo extraescolar en idiomas”.
Asimismo, en Madrid, se pide que el castellano, la lengua oficial de este país llamado España, sea “vehicular” porque los padres no pueden ayudar en inglés. Pero en Cataluña, el castellano no tiene que serlo, porque al parecer, todos los padres, todos, pueden ayudar a sus hijos a reforzar sus clases con sus conocimientos lingüísticos.
¿Qué les parece? Seria para reírnos a carcajadas, si no nos produjese una profunda indignación. Porque que otra cosa puede provocar la tomadura de pelo que subyace en la iniciativa de Podemos, en el Parlamento de Madrid. A no ser, que lo que pretendan es mofarse de la defensa del castellano: yo ya me creo todo de estos genios.