A muchos parece haber extrañado la unanimidad en los halagos, en la calificación que se ha hecho de Alfredo Pérez Rubalcaba como de hombre de Estado, por parte de toda la sociedad. A muchos si, a los que lo conocieron no, porque conocerle era tener la seguridad de que había pocos políticos como él, tan lúcidos, tan íntegros, con tanto sentido del deber. Hombre de fino sentido del humor, síntoma de inteligencia y, sobre todo, socialista de los de verdad. Y esa coherencia atrajo hacia su capilla ardiente a todos los socialistas, de antes y de ahora, que quisieron decirle su adiós.
En una entrevista que se le hizo hace tiempo, de manera un tanto irónica, dijo aquello de «sabemos enterrar a nuestra gente, no tratarlos en vida con respeto, pero sí enterrarlos adecuadamente». Algo que ahora han recordado muchos, pero sobre todo lo ha hecho Felipe González, el primer presidente socialista en esta España democrática, por la que lucharon muchos, entre los que se encontraba el ex secretario general socialista fallecido, al que su partido le debe ahora un comportamiento distinto al que ha tenido hacia él en los últimos tiempos. A unos les parecerá tarde, a otros no. Es el momento justo para, como ha expresado Felipe González en una reciente entrevista, el PSOE aproveche el fallecimiento de Alfredo Pérez Rubalcaba para hacer una «reflexión interna» y «volver a integrar talento» de personas cercanas a él.
Álvarez Cascos, el que fuera hace tiempo Secretario General del PP, decía con motivo de este fallecimiento que Rubalcaba conocía el valor de la palabra dada. Que se podía negociar con él, porque siempre cumplía lo que prometía: en definitiva, era un hombre de fiar. Ahora González nos dice de él que era un hombre que reivindicaba el valor de la lealtad a los proyectos, no a las personas. Algo que practicaba Rubalcaba porque, por encima de todo, aplicaba la lealtad de «no callarse y decirte todo lo que pensaba». Pues bien, es el momento de que su partido le haga justicia y aunque él ya no pueda verlo, le borre la tristeza de su cara al ver nombres tan valiosos del socialismo como los de Elena Valenciano y José Blanco, entre otros, fuera de las listas de un partido al que ellos han servido con absoluta lealtad durante muchos años.
En algún momento leí que la verdad tiene tres verdades “tu verdad, mi verdad y la verdad”. Y nadie está en posesión de ella. Por eso este es el momento en el que, en las filas de los socialistas, ha de haber unión y olvidar desencuentros porque la generosidad dignifica al ser humano. Y cuanto más alto se está, más ennoblece bajarse de las alturas y reflexionar sobre las cosas en las que han podido equivocarse,
Felipe González, con su acostumbrada lucidez, dice que este es «un buen momento de reflexión interna a nivel de partido por la emoción auténtica y compartida» que ha vivido el PSOE con la muerte de Rubalcaba y que es “un buen momento para volver a integrar talento”. Sí, es el momento de olvidar los agravios, de una y otra parte, porque el sentimiento de rencor más que reconfortar hace daño. La imagen de Sánchez, junto a Felipe González, junto a Zapatero, junto a tantos socialistas diciendo el ultimo adiós a un político capaz y honesto no debe de quedarse ahí. Debería de ser el momento de la unión del socialismo, porque no descubrimos nada al decir que la unión de los partidos los hace más grandes y la desunión los debilita.
Por cierto, desde hace un tiempo, más del que debería, nuestro país parece estar viviendo en una continua zozobra. Ningún partido habla de los auténticos problemas de los ciudadanos y todo lo han convertido en eso tan manido de “y tu más”. Y ahora, con la muerte de Rubalcaba, quizás es el momento de oír a alguien como Felipe González cuando dice «vuelvan a jugar en un tablero que no sea solo de crispación, ni de inclinación hacia extremos poco razonables, ni de irredentismos de cualquier tipo».