Yo comprendo que Pablo Iglesias, el de ahora, se sienta confuso y desesperanzado ante los datos que arrojan las encuestas; aunque las mismas haya que ponerlas en cuestión después del poco éxito que los expertos han cosechado en las últimas elecciones celebradas en nuestro país. La angustia debe de ser agobiante y seguramente le esta llevando a meteduras de pata de principiante en esto de las campañas electorales, aunque él se la de de experto en las mismas.
Iglesias se presenta como la gran esperanza de los electores desfavorecidos pero, cada vez más, él está acotando su electorado, haciéndolo más y más pequeño, con sus discursos dirigidos solamente a un segmento de la población, lo que le impedirá ganar unas elecciones generales, que son las que le permitirían que todo el país gozase de su sapiencia. No, con una torpeza infinita, él va cerrando las puertas de una parte del electorado diciendo, por ejemplo, en un mitin en Cataluña, cosas como que «No queremos que se conozca la democracia española porque haya presos políticos, nos parece un escándalo». Pero lo que a muchos electores les parece un escándalo es que, quien pretende gobernar este país, recorra una parte de esta geografía enarbolando sus banderas independentistas y diciendo cosas como que el jamás pronunciará la palabra España, tal y como afirmó durante el transcurso de un seminario celebrado en la Universidad de La Coruña donde confeso: «No puedo decir España, no puedo utilizar la bandera roja y gualda».
Discurso que también mantiene en Euskadi donde hace unos días aparecía en el escenario de un acto electoral portando un Ikurriña mientras arremetía contra todos los otros candidatos porque él es el único que garantiza eso de la plurinacionalidad, lo de muchas banderas y muchos himnos.
Pero esa torpeza con la que está desarrollando toda su campaña, ese blandir banderas de todos los rincones, menos la de este país llamado España, que a él no le gusta, le hace cometer groseros errores. Como el ir a Canarias y realizar lo mismo que viene haciendo en otros lugares, elevar la bandera independentista durante un mitin en Las Palmas de Gran Canaria. Una bandera vinculada al independentismo canario desde 1964 ( el MPAIAC), que también utilizó el terrorismo para sus reivindicaciones y que en Canarias es absolutamente residual, como comprobé cuando tuve la fortuna de vivir en esa tierra , donde los partidos que ganan las elecciones son siempre los que defienden la unidad con España. Pero el va allí, y olvidando que no está ni en Euskadi ni en Cataluña empuña la bandera independentista. Y pierde votos, y los ciudadanos se ríen porque no comprenden esa salida de tono en un candidato a la elecciones generales, que se supone pretende gobernar en todo el territorio, no por parcelas.
Tan extraña es su campaña que el que Iglesias pronunciara la palabra España ha merecido el honor de figurar en titulares de muchos medios de este país. Sí, este suceso ocurrió en un pueblo de La Rioja, donde cuando Iglesias se disponía a hablar uno de los asistentes lanzó un «¡Viva España!». El descoloque le duró unos segundos, y reaccionando rápido, dijo cosas como «Claro que sí, ¡Viva España!, pero ningún patriotero de charanga y pandereta nos va a dar lecciones de lo que es ser españoles», porque al parecer, a él no le da lecciones nadie. Pero su secretario general Pablo Echenique si se permitió dar clases de comportamiento al acusar a Ciudadanos de ir a Rentería (Guipúzcoa) a «incendiar la convivencia entre los diferentes pueblos de España a ver si rebaña votos de odio en otros territorios», después de que radicales vascos, recibieran con insultos, amenazas y toda la parafernalia independentista a Albert Rivera en un acto electoral. Que hay que ser miserable para justificar algo así.
Me pregunto si ellos solitos han planificado semejante campaña electoral.