REAL MURCIA, MÁS QUE UN NEGOCIO

Comprendo que el Murcia sea para Jesús Samper un negocio más, y desde luego no ha sido al que más atención le ha prestado. Hace tres años se descendía a Segunda División B, después de diez años en Segunda A.

JESUS SAMPERJesús Samper tiene fama de lince para los negocios y debe de ser así. Nueva Condomina nos habla de que es un gran negociador para sus intereses y eso de la Paramount también parece estar en marcha, de lo que nos alegraremos porque, todo lo que sea bueno para esta tierra, es bueno para los que vivimos en ella.

Si, parece sagaz para los negocios, pero esperábamos que también lo hubiese sido para gestionar de una manera más brillante los intereses del Real Murcia. Un equipo, una afición, que recibió a los hermanos Samper con los brazos abiertos de esperanza ante lo que parecía el inicio de un camino de cierta tranquilidad institucional; después de un tiempo en el que las aguas perecían bajar turbias, y que se ha encontrado con una dirección errática que le ha llevado al momento en que se encuentra, con peligro, de nuevo, de descenso a los infiernos porque bajar a Segunda B es un poco, o un mucho, eso. Un pozo sin fondo del que, en la mayoría de las ocasiones, cuesta salir. Y al borde de ese agujero se encuentra el Real Murcia porque, si Dios no lo remedia, el descenso es inevitable.

Yo comprendo que el Murcia sea para Jesús Samper un negocio más, y desde luego no ha sido al que más atención le ha prestado. Hace tres años se descendía a Segunda División B, después de diez años en Segunda A, durante los que se vivieron en distintas ocasiones la emoción del posible ascenso a Primera División y hoy, de nuevo, el peligro del descenso a Segunda B es más que real y aunque quede muy bien que el señor Samper diga ahora que todos lo han hecho mal: el equipo, el entrenador, el consejo de administración, lo cierto es que el primer responsable es él, y no vemos que se incluya en ese listado.

Recuerdo que hace poco más de tres años, cuando el Real Murcia tonteaba con el descenso a Segunda B, coincidimos con Jesús Samper en una celebración de la SER. Nos lo presentaron y le inquirimos, entre bromas y veras que por favor no permitiera que el Murcia descendiera, “por supuesto que no, no descenderá”, nos dijo firmemente en aquella ocasión, pero sí, descendió. Al parecer, de aquella experiencia un hombre tan inteligente como es él, que lo es, no sacó ninguna consecuencia lo que demuestra que el futbol no tiene nada que ver con cualquier otro negocio, posiblemente porque los negocios hay que administrarlos con un alto grado de frialdad—en ellos difícilmente entra el corazón—y el futbol lleva consigo un componente de pasión que hay que saber administrar.

REAL MURCIAY pasión asomaba este domingo, al finalizar el partido en la Condomina, a los ojos de los seguidores murcianistas que no podían evitar que las lágrimas brillaran en sus pupilas ante la inminencia de un descenso que se antoja insoportable. Y pasión había en sus gritos de protesta, de decepción, de rabia acumulada durante toda una temporada en la que se les había vendido que había equipo para aspirar a primera y el tiempo les fue demostrando que si se mantenía ya tendrían que darse por satisfechos.

Ciertamente, aunque Samper no lo comprenda, aunque le parezca injusto, pasión había también —la pasión siempre es un tanto descontrolada—en los gritos de la grada acusando a la directiva de «pesetera» y reprochando al consejo de administración su incapacidad para gestionar, adecuadamente, un equipo que forma parte de la memoria colectiva de todo un pueblo para quien, parafraseando a Bill Shankly– el que fuera mítico entrenador del Liverpool– el Murcia no es una cuestión de vida o muerte, es mucho más que eso.

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