LA VIDA, DENTRO Y FUERA DE LOS MUSEOS
Su infancia transcurre en el barrio del Carmen, en Murcia, donde arribaron sus padres desde Torrevieja para que viniera al mundo una niña que lejos de ser “colorada”, lo normal al nacer en ese barrio, se inclinó pronto por los “moraos”, la cofradía de Los Salzillos, impulsada por ese amor por el barroco que siempre ha sentido. Un amor que se acrecienta cuando comienza a estudiar Historia del Arte y tiene la fortuna, nos dice, de trabajar como becaria de investigación en el Museo Salzillo con el profesor Cristóbal Belda, del que nos habla con admiración y reconocimiento así es que, nos dice sonriente, lo más natural era hacerse de esta cofradía. Lo que ya no es tan natural, nos parece, es que esa joven becaria que llegaba a este Museo de la mano de su profesor terminase siendo la directora del mismo.
Pero para llegar aquí ha recorrido un largo camino en la búsqueda de la investigación en lugares como el Museo de Capodimonte, en Nápoles, Dirección de Museos de Francia, en el Consejo Internacional de Museos de París, en el Departamento de Museum Studies de Leicestare, en Inglaterra, y en el de Brno en la Republica Checa. Un periplo en busca de conocimientos que nos los reconoce como decisivos en su formación: “Fue fundamental salir fuera porque me sirvió como maduración personal. La museología aquí era algo incipiente, no era fácil investigar en Murcia y tampoco en el resto de España. En la década de los 90 incluso no abundaban los manuales de museología, así es que eso fue muy positivo para mi”. Sí, para ella fue fundamental recopilar información y, sobre todo, conocer otros museos porque, nos cuenta, “es necesario ver con otra mirada”.
Quizás por eso, en esa necesidad de hallar cosas distintas, en esa deseo de captar otra manera de hacer no puede evitar que sus viajes al extranjero se conviertan en algo especial porque, no importa el país al que viaje, siempre encontrará un tiempo para la visita a los Museos, como en el último que hizo a Berlín acompañada de su hija, de seis años: “Mi marido estaba en una estancia en la Universidad de allí y he disfrutado mucho visitando los Museos con ella, mientras el trabajaba, porque tenia la sensación de estar viéndolos a través de sus ojos”. Y hablamos de su hija, de su marido también—profesor de matemáticas de la UMU, investigador con un deseo continuo de viajar y descubrir nuevos lugares, nos dice—y al que le unen muchas cosas, entre otras su entrega a la Universidad donde imparte clases en el Departamento de Historia del Arte. Y nos cuenta que en el despacho de la UMU se siente más ella, quizás porque el tiempo ha terminado personalizando su lugar de trabajo.
De las paredes de su pequeño despacho en el Museo cuelgan carteles anunciadores de exposiciones del gran imaginero murciano Francisco Salzillo. Pensamos si será fácil “vender Salzillo”, y aunque de entrada nos dice que sí, se detiene un momento para precisar que depende de la cultura: “En Italia es fácil, no solo por el barroco y si también por la procedencia de Salzillo, pero una vez vinieron unos profesores tailandeses, eran de matemáticas, y se quedaron horrorizados. La cultura del barroco, para la cultura oriental, es demasiado agresiva”. Y se extiende en explicarnos lo que ella sintió ese día cuando no conseguía hacerles comprender la belleza de un arte que ella siente en lo más profundo. Por eso es feliz dirigiendo un Museo que son las señas de identidad de Murcia. Por eso se siente una privilegiada de ser la responsable de un lugar al que hay que gestionar con el corazón.
Hablamos de esas y otras cosas. Entre ellas es inevitable hacerlo de como llegó a la política. Y la carcajada surge espontánea porque era en lo último en lo que ella hubiese pensado nunca, nos confiesa: “Fue en el 2007, en el año Salzillo, quizás influyó en ello. El presidente Valcárcel y el PP pensaron en mi para las listas de la Asamblea y la verdad es que no me lo pensé mucho, no se si hice bien o mal, pero lo cierto es que en estos cuatro años he disfrutado del ejercicio de la política y he participado activamente como portavoz del grupo en distintas comisiones de la Asamblea”.
No puede evitar su entusiasmo por algo que casi acaba de descubrir, y quizás por ello, porque atesora la sinceridad de los recién llegados muestra su sorpresa y su satisfacción por formar parte de ese mundo: “Mi vocación siempre ha sido la docencia y nunca pensé en dedicarme a la política, pero ciertamente he descubierto una vocación que creía que no tenia y debo decir que es muy interesante. Es un vehículo para mejorar la sociedad. He aprendido que en política hay gente trabajando con verdadera entrega y con interés en transformar las cosas”.
Universidad, política, museo…, pero quedan muchas cosas por hacer, nos dice, como por ejemplo, conocer América, aunque pensamos que tampoco está mal quedarse, como ella hace por Europa y visitar Berlín y París, para disfrutar de sus otoños. O intentar profundizar en el estilo de vida inglés del que se declara admiradora. Y claro, Italia. La Italia de los monumentos, de las iglesias, del arte, en definitiva, aunque confiesa que tiene especial debilidad por Praga: “He tenido la suerte de hacer lo que me gusta. Siempre hice muchas cosas a la vez—estudié Historia del Arte y Documentación al mismo tiempo—porque mis padres me apuntaban a todo”. Y en ese hacer todo se encuentra el piano unos estudios que abandonó en quinto pero que le permitieron amar a Bach. Algo que quizás tenga mucho que ver con su pasión por el barroco y por el siglo XVIII, ese Siglo de las Luces sobre el que trabajó en su tesis doctoral: “Es curioso porque aunque soy una persona desordenada siempre me ha gustado investigar sobre como ordenar la memoria”.