Una vez más los andaluces tenemos que soportar la desconsideración y el desprecio de determinados políticos que desconocen la auténtica realidad social de Andalucía. Que de manera artera, una y otra vez, ofenden a este pueblo que lucha por salir adelante, por dignificar su vida, por situarse a la altura de lo que se merece.
Y también, una vez más–lo de esta señora con Andalucía es para hacérselo mirar–la vicesecretaria de Organización del PP, Ana Mato, se ha permitido mentir y mentir a sabiendas, pregonando en los medios de comunicación nacionales que los escolares andaluces, en la enseñanza pública, han de recibir las clases sentados en el suelo porque no tienen pupitres. Esto, que si no fuese tan malintencionado debería hacernos reír, es algo realmente insoportable por mendaz y retorcido. Porque ya ha de ser retorcida la persona que, sabiendo porque lo sabe, que la imagen que ella blande de los niños en el suelo se debía a una actividad escolar de Cuentacuentos, se atreve a vilipendiar, a menospreciar, a ofender la inteligencia de los ciudadanos, porque no hay nadie que pueda creer tamaño desatino.
Lo que son las cosas, cuando escribía esta columna el Parlamento Andaluz votaba la reprobación del cabeza de lista de CiU al Congreso del recientemente descubierto lenguaraz, Josep Antoni Duran Lleida, por su contumaz ataque a Andalucía; en forma de PER y de no se cuantas cosas más, y miren por donde se encontraron con lo de la señora Mato como la salsa que le faltaba al debate, para hacerlo más ameno, si cabe.
Yo, sinceramente, no puedo comprender como el PP de Andalucía osa justificar la “salida de pata de banco” de su colega madrileña. En política no puede valer todo. La inminencia de las elecciones generales no debe servir para justificar un ataque tan entupido, tan desconocedor de la realidad andaluza como la de la política del PP. Alguien debería decirle, porqué no Javier Arenas, que se olvide de Andalucía, que deje de tocar las narices al personal y que se preocupe de las cosas de Madrid, por ejemplo, donde su lengua afilada podría tener un magnifico campo de acción, porque material hay para su lucimiento.