LA FUERZA DEL OPTIMISMO
Es un empresario con un discurso moderno, de los que transmiten confianza. Sí, posee la seguridad del que sabe lo que hace y por qué lo hace, del que cree en los valores del esfuerzo, del trabajo bien hecho. Un hombre que emana serenidad y seguridad, esa autoridad que no hay que demostrar, porque se lleva implícita en el gesto y en la manera de conducirse. Una seguridad que pensamos le ha de venir de familia, un referente que procura tener siempre presente, porque en su despacho de Presidente del Grupo Huertas, en Espinardo, ocupan un lugar preferente las fotos de su padre y de su hermano mayor Ginés, fallecido no hace mucho tiempo. Y no puede evitar una sincera emoción cuando hablamos de este último y una admiración extraordinaria hacia su padre del que nos resalta su formación intelectual—hablaba varios idiomas- y su capacidad como administrador que puso de relieve en su etapa de alcalde de Cartagena y Presidente de la Diputación de Murcia. Una afición, la política, que a él le tentó en un momento, pero no lo suficiente como parra dedicarse a ello, aunque continua gustándole, preocupándole y, si me apuran, ocupándole.
Y sí, habla con pasión de ella y nos alegra que un empresario confiese que ama la política; que le gusta; que la sigue, y que se niegue a caer en ese discurso de algunos de desprecio hacia los que ejercen esa noble función porque la mayoría de ellos, nos dice, renuncian a importantes carreras profesionales por su dedicación a la misma.
El tema nos adentra en lo injusta que la sociedad puede llegar a ser con los políticos, sí, pero también con los empresarios cuando son estos los que han de crear empleo, algo a lo que su empresa colabora de manera especial con el mantenimiento de ochocientos puestos de trabajo en un negocio familiar que ha roto moldes porque está muy lejos de hacer realidad eso que dicen que: las empresas familiares las crean los abuelos, los hijos las hacen crecer y los nietos las dilapidan. En este caso no, porque hablamos de una firma que celebró el año pasado su 110 aniversario. Una empresa que, tras cinco generaciones, está muy lejos de experimentar los síntomas del agotamiento, antes al contrario, seguramente porque, nos dice, la máxima de la misma es “Labor Omnia Vincit” o, lo que es igual, que el trabajo todo lo vence. Bueno, el trabajo y la ausencia de protagonismo por parte de los que la forman. La generosidad de todos ellos, nos dice, al saber renunciar a sus propias apetencias, pensando en el bien de la empresa, No es un hombre que ría a carcajadas, pero si esboza la adecuada sonrisa que dulcifica el gesto así es que, como a eso se une el que, nos dice, duerme muy bien, las arrugas no habitan su rostro y transmite una sensación de serenidad que quizás tenga mucho que ver con una niñez que recuerda, nos dice, con autentica felicidad, en una casa en el centro de Cartagena, en la calle del Carmen, en todo lo alto de la misma–nos dice sonriente que ahora se llamaría ático—donde, junto a sus hermanos y primos, se lo pasaban tan bien en la terraza que, nos dice sonriente, casi tenían que obligarles a salir.
Bueno, a el le obligaron también a que se fuese a trabajar e Lille y Toulouse, para que le dieran otros aires que siempre son buenos sobre todo, nos apunta, sirven para dejar de mirarnos el ombligo y aprender de los demás: “El trabajar fuera del país te permite no solo aprender idiomas, también te forma y mi padre siempre nos inculcó la importancia del continuo aprendizaje: todos los hijos estudiamos carrera universitaria y yo valoro mucho la formación”. Tanta que una parte de su vida ha estado dedicada a la Universidad, primero en su condición de estudiantes; es Licenciado en Derecho y en empresariales por ICADE, más tarde como Presidente de la Fundación Universidad Empresa y desde sus inicios como miembro del Consejo Social de la Universidad de Murcia. Seguramente por todo ello, cree firmemente en la necesidad de una mayor colaboración entre la Universidad y las empresas.
En la estantería las fotos y los trofeos nos hablan del funcionamiento del negocio. Entregas de premios en Nueva York, y en los más insospechados lugares, donde los reconocimientos de las fábricas de coches que ellos representan nos vienen a decir que no lo deben de estar haciendo mal. En la pared, un cuadro de Avellaneda: luces indirectas que ayudan a la creación de una atmósfera sobria y elegante que no le impide mostrarse optimista sobre el futuro: “Creo que soy bastante realista, pero hay que tener una cierta tendencia a ser optimista. Desde luego no vende nada, no construye nada el estar continuamente hablando de lo mal que lo hacen los demás y de lo bien que lo hacemos nosotros. Eso de buscar siempre culpables no nos lleva a nada”.
Hablamos de sus viajes– conoce los cinco continentes– y de que en cada uno de ellos ha encontrado algo por lo que volver: “Yo creo que le viajes nos permiten no solo ilustrarnos, también darnos cuenta de que no somos el centro del universo, de que podemos aprender de todo. Al final, la elección que haces de lo tuyo; de Murcia por ejemplo, se produce tras el conocimiento de otras cosas, que es lo importante” Y nos dice sonriente que esos viajes no se los imagina sin su mujer, una compañera excepcional de la que resalta su nivel intelectual, su extraordinaria formación, su memoria prodigiosa, nos dice entusiasmado, y ese saber estar que el admira tanto.
Miramos un libro que ha sido editado con motivo del 110 aniversario del Grupo Huertas Automoción. En el mismo, aparece la figura poderosa del bisabuelo, Ginés Huertas. Pelo de marine, gran mostacho y mirada firme y decidida. Preguntar por el éxito de la empresa es obvio: ese hombre, no podía fracasar.