EL FLAMENCO COMO ROCK DURO
El aula ocho del Conservatorio Superior de Música de Murcia es su lugar de trabajo habitual. Un piano cerrado nos habla de que aquí también tienen lugar otras enseñanzas, pero los carteles de Paco de Lucia y de Carlos Piñana, su hermano, nos vienen a decir que sí, que se oyen otras músicas, pero que el flamenco se ha enseñoreado de este lugar donde se escuchan otros acentos como el de un alumno de Bolivia y otro italiano que han venido a Murcia a la búsqueda del conocimiento de un arte que ha llegado también a otras sensibilidades.
La charla transcurre con la presencia de Luigi de Simone, un estudiante italiano, concertista de música clásica que está profundizando en el arte del flamenco. Como nosotros, también le escucha atentamente cuando habla, cuando se arranca por algún tipo de cante que el mismo acompaña con la guitarra. Guitarra, cante, una vida dedicada por completo al flamenco que le hace decir que su niñez fue “un poco diferente” porque nació en una familia enteramente de músicos. Un abuelo cantaor y un padre que transmitió a dos de sus seis hijos el virus de la guitarra y a él, el amor por el flamenco con mayúsculas: “He estado viviendo bajo una especie de lluvia de armonía, de sonidos, que han ido formando mi niñez hasta un momento que incluso abrumaba porque siempre había música en casa”. En casa y en el colegio y es que pronto descubrió que tenia aptitudes para quitarse castigos con canciones como “la bruja Piruleta como es tan fina se lava la carita con brillantina”. Así es que, como los secretos cuando eres niño es difícil conservarlos, un día se encontró cantando lo de la bruja a su abuelo y a su padre por lo que, cuando solamente tiene siete años, su familia descubre que en los Piñana estaba formándose otro cantaor de flamenco. Así es que se reconoce cantando desde siempre. Primero con las enseñanzas de su abuelo, para pasar al siguiente eslabón que es su padre porque, nos dice, el flamenco es un arte de tradición oral que pasa de padres a hijos. Y nos habla de su progenitor-de su elegancia con la guitarra, de su forma de coger la misma, de cómo interpreta- con la misma admiración que muestra al referirse a su desaparecido abuelo que le llevó por los complejos caminos del descubrimiento de los cantes mineros “el rock duro del flamenco porque no tienen compás, las letras hablan de la muerte, de la dureza de la vida, de la pena de la madre”.
Habla con pasión de los cantes mineros y nos dice que, seguramente por su dureza, son poco dados a grandes exposiciones al público. Y la emoción se hace presente cuando su abuelo aparece de nuevo en la charla y en ese recuerdo que tiene del mismo como “cuidador” de esos cantes que surgen en el siglo XIX, que a su antepasado le llegan a través de Grau Dauset, el hijo de Rojo el Alpargatero y que el heredó como una obligación ética, moral y estética de la conservación de esos cantes. Una obligación que pareció acrecentarse cuando ganó con 18 años el Festival del Cante de Lo Ferro, “siempre tuve esa responsabilidad latente pero cuando ganas un premio el saco que llevas en la espalda pesa un poco más”. Un saco que ha incrementado su importancia con la grabación de cinco CDs en solitario, con la inclusión de sus cantes en otros siete recopilatorios y con la fuerza de su voz en dos bandas sonoras de películas. Y siempre, nos dice, intentando dominar el mayor número posible de cantes dentro de su repertorio, pero sintiendo la obligación de conservar lo más fidedignamente posible todos los cantes de estilos mineros porque son en ellos donde más cómodo se siente. Más de cuarenta estilos dentro de los cantes mineros en los que el continua investigando como se pondrá de relieve, a principios de año, con la publicación de un CD en un sello discográfico francés, grabado por Andrés Moreno, que trata de recuperar toda la música autóctona y antigua. Una concienzuda labor de investigación que le ha llevado a los estilos que grabó su abuelo en los años 60, al rastreo de letras, a la búsqueda de grabaciones de 1905 “un disco de tipo antológico, como en este caso, lleva consigo una labor de investigación”.
Y si nos llama la atención que sea una empresa francesa la que realice esta recopilación, no menos nos sorprende el hecho de que nos diga que el país extranjero que le ha impresionado más, en esto del respeto al flamenco, es el alemán, por la admiración que muestra hacia alguien que se sube a un escenario. Y este alguien es un licenciado en Psicología que confiesa que esta le sirve para conocer mejor el mundo del flamenco que “como norma general acoge personajes un tanto neuróticos, muy maniáticos, muy supersticiosos”.
Estoy descubriendo una manera distinta de “ver” el flamenco, de sentirlo. Seguramente porque es una charla que transcurre con algún que otro cante que hace que experimentemos el privilegio de asistir a un momento especial. Y oyéndole entonar con pasión es forzoso plantearnos si se puede transmitir eso en una clase y sí, se puede. Como se puede continuar encumbrando un arte que entró en la Universidad en los años 70 para hacerse más grande.
Puede parecer que no se imagina haciendo otras cosas, pero sí, se imagina cocinando porque se confiesa, entre risas, un niño glotón, un adolescente glotón y un adulto glotón Y también se imagina siendo guitarrista. Y le gusta leer, sobre todo la poesía de Jorge Luís Borges y su libro “Para las seis cuerdas” y Eloy Sánchez Rosillo
Sí, habla con pasión y con amor del flamenco. Algo que ha formado parte de su vida desde siempre. Algo que le transmitieron sus mayores y que el intenta legar a estos alumnos que le escuchan con atención y con un mucho de admiración.