Con la que esta “cayendo” en el ámbito laboral alguien se preguntará a que hablar de otras “caías” y es que yo creo en eso de “prevenir antes que curar”. Y es que estamos en otoño y la Agencia Estatal de Meteorología predice para este tiempo fuertes lluvias, como ya ocurrió días pasados cuando, en Murcia capital, se registraron 48 litros por metro cuadrado y ocurrió como siempre: que la lluvia, que debería ser en esta tierra fuente de alegría, se convierte en la ciudad en motivo de preocupación para gran numero de vecinos que sufren inundaciones, como por ejemplo en El Ranero, Santiago el Mayor, San Antón, San Pío X y las avenidas Reino de Murcia o Teniente Flomesta.
Pues bien, esos 48 metros cuadrados de lluvia, colapsaron los barrios y, una vez más también, hubieron calles cortadas. Y yo me pregunto por qué ocurre esto, una vez si y otra también y es que, lo mismo que la gravedad de algunos incendios podría ser menor si los montes se limpiasen adecuadamente, las inundaciones en esta ciudad quizás no se producirían si el departamento correspondiente del Ayuntamiento tuviese la sana costumbre de limpiar las rejillas de las alcantarillas: quizás esta limpieza dejaría pasar el agua cuando hace acto de presencia.
Este verano he viajado a los Países Bajos; una tierra en la que la lluvia forma parte del paisaje. En Amberes, me llamó la atención que un día de lluvia; allí llueve siempre, empleados del Ayuntamiento limpiaban las rejillas de las alcantarillas y sacaban de ellas lo que pudiese interferir en el paso del agua. Me extrañó que justo un día de lluvia ellos estuvieran haciendo este trabajo. Todo lo contrario que en Murcia que jamás, ni en verano, ni en invierno, ni en cualquier otra estación del año, se nos es dado ver a los servicios de limpieza del Ayuntamiento hacer esa labor mínima de mantenimiento que una ciudad demanda y que, posiblemente evitara que cuando la lluvia hace acto de presencia las calles de algunos barrios se conviertan en lugares con nada que envidiar a los canales de Venecia. Un poco exagerado, ya lo sé, pero más exagerado es el abandono en que aparecen las mencionadas rejillas que se muestran tapadas totalmente haciendo imposible que, en caso de lluvia, el agua pueda escapar por algún lugar.
Es otoño, las fuertes lluvias pueden volver a repetirse y quizás, con una mínima previsión, se podría evitar que de nuevo se produzca el caos más absoluto en muchos puntos de la ciudad. Que sí, los vecinos ya están familiarizados con el espectáculo de los bomberos achicando agua, pero agradecerían mucho más que, durante el año, el personal competente del Ayuntamiento hiciera la labor de mantenimiento precisa para evitar que siempre se repitan las mismas escenas. El espectáculo, ya está muy visto.