NOVILLERA
El día no nos acompaña. Gris plomizo y algunas gotas de lluvia: si fuese tarde de toros, amenazaría el festejo. Pero no, hemos quedado para hablar con ella y que mejor sitio que la plaza de toros de Murcia. Como siempre, asombra el total orden que impera en el recinto. Desde el patio donde su ubican los corrales hasta el ruedo, incluidas las gradas que parecen esperar el festejo, todo se muestra preparado para la más exigente revisión.
Las fotos profesionales no le hacen justicia. Seguramente queriendo reflejar la trascendencia de su oficio en ellas, invariablemente, se nos muestra con una seriedad impropia. Porque sí, es una profesión trascendente, pero solo tiene 19 años y posee el aire inconfundible de su edad: una voz agradable y una mirada sincera que muestra lo que es una joven que sueña con el éxito en una profesión que algunos continúan entendiendo como de hombres. Así es que, hablar con ella de la niñez es remontarnos a hace muy poco tiempo. Y la recuerda dándosele bien las matemáticas, pensando en hacer una carrera; quizás químicas, dejando salir su vena artística en el Conservatorio de Danza de Murcia donde permaneció siete años, mientras era feliz, nos dice, en su ambiente familiar.
Una felicidad que aumentó cuando “descubrió” los toros. Un hallazgo que tuvo lugar en la Feria de Septiembre, de Murcia, viendo torear a Pepín Liria. Ella estaba en el tendido con sus abuelos y en un momento, nos dice, sintió algo que no acierta a explicar pero que le hace decir a su abuelo que ella no quería estar en las gradas y si ahí abajo, ante el toro. Fue el comienzo de unos sueños que comenzaron a forjarse esa tarde de septiembre, cuando solamente tenía catorce años y sintió brotar en ella todas las emociones.
Y su capacidad de persuasión debe de ser infinita porque esa misma tarde convence a su madre de la seriedad de su descubrimiento, seguramente porque, nos dice, esta confiaba en que la primera vez que un toro le diera una voltereta lo dejaría. Pero si esto es así no conocía a esta chica voluntariosa que, para demostrar que iba en serio se marchó a Cádiz a entrenar con dos banderilleros y a los pocos meses ya se vio toreando novilladas, hasta llamar la atención, nos dice, de la familia Bernal, los empresarios de la plaza de toros de Murcia que la contrataron para torear sin caballos y de los que habla con agradecimiento.
Nos cuenta sus comienzos y se le ve feliz con el relato, y cuando nos interesamos por el momento en que realmente se sintió torera no tiene que pensarlo mucho porque creo que ese día lo lleva grabado a fuego: “Fue en el campo, cuando me puse delante de un novillo de Nazario Ibáñez, de Yecla. Un novillo bien hecho, con su peso. Estaba presente el maestro Dámaso González”. Y sí, el maestro quedó tan impresionado que a los dos días la llamaba para ofrecerle torear un festival y “a partir de ahí empezó todo, por eso yo pienso que nacemos toreros porque “la vena” se me despertó ese día de septiembre pero yo creo que nací con eso”. Con “eso” y con el amor al baile que, nos dice, le ha venido muy bien para la práctica del toreo. Y nos habla de la composición plástica del mismo, de la armonía que un torero tiene que imprimir a sus faenas, de la cadencia de éstos porque está convencida de que la estética de los toreros a la hora de lidiar es muy parecida a la de la danza: “Bailes que he hecho con mantones de Manila me han servido para saber utilizar el capote. Quizás mi toreo esté influido por el baile y creo que la gente lo nota”. Seguramente porque se mira en el toreo clásico que es el que le gusta: el de la estética, el poderío, la esencia, el aroma que este toreo despierta, el arte, en definitiva.
Es inevitable preguntarle si hay machismo en el mundo del toro y nos suelta un “ufff…” pleno de espontaneidad y una carcajada contagiosa, pero aceptando que sí, que es un mundo de hombres, lo cierto es que, afirma, en ningún momento se ha sentido excluida, “puede que algún torero sea más reacio a torear con una mujer, pero para mí no es la mayoría”. Y si fuesen mayoría tampoco le podrían quitar una ilusión, una motivación encaminada a triunfar en el mundo del toro.
Y como quiera que cuando habla de triunfo mira con una emoción especial el lugar donde nos encontramos es el momento ideal para que nos cuente de sus sentimientos hacia esta plaza: “Es la plaza que más me consume. En Murcia me asaltan todas las emociones, todos los miedos y toda la responsabilidad. Aquí me tiembla hasta el alma. Es mi tierra y la responsabilidad hace que no lo disfrute tanto como me gustaría”. Y continua diciéndonos que ella va a todas las plazas con la misma ilusión y las mismas ganas de triunfar, de hacerlo bien, pero que si tuviese que elegir una plaza, al margen de la de Murcia, se tendría que quedar con el calor de la de Barcelona, porque descubrió un publico entendido, entusiastas, respetuoso con el torero.
A lo largo de la charla nos muestra un rico léxico y su exposición nos habla de una joven muy madura para su edad, muy con los pies en el suelo, muy sabiendo que es lo que quiere y como ha de conseguirlo: “Disfruto los entrenamientos como si fuesen los primeros porque lo que yo sueño, a lo que yo aspiro es a poder vivir de esto, poder ser figura del toreo, sentirme figura del toreo”.
Y ciertamente tiene las aficiones de las figuras del toreo porque lo que más le gusta es montar a caballo; algo unido indisolublemente al mundo del toro. Y la danza y el flamenco y ese Camarón que hace enmudecer el silencio