IRENA SENDLER, EN SU MEMORIA

IRENA SEDLER La foto nos muestra una anciana de ojos pequeños de mirada cálida y de sonrisa tierna. No ha sido la noticia de portada de ningún medio, pero si apareció en algún periódico la información de la muerte de Irena Sendler la llamada «madre de los niños del Holocausto» que fue propuesta por Polonia para recibir el premio Nobel de la Paz, en 2007, el mismo año en que fue concedido a Al Gore, seguramente porque la fuerza mediática de éste es muy superior a la discreción y sencillez con la que siempre vivió Irena Sendler. Ciertamente también, porque parece quedarnos lejos el Holocausto con todo lo que significó de degradación humana. Y posiblemente, porque nos falta tiempo para recordar a alguien que como Irena Sendler arriesgó su vida en la Varsovia conquistada por Hitler y sus secuaces para liberar a más de dos mil niños judíos que fue sacando del gueto donde trabajaba—ella era alemana—como especialista de alcantarillado y tuberías y fue dejando en casas de católicos y en colegios religiosos.

Irena fue descubierta por la Gestapo y condenada a muerte. Una muerte de la que se salvó cuando uno de los soldados que la llevaba a ejecutar la dejó escapar. Con su paso a la clandestinidad continuo preocupándose de aquellos niños de los que había recabado sus nombres para, al final de la guerra, intentar localizar a los padres de los pequeños– la mayoría habían sido ejecutados– que habían salvado sus vidas gracias a la entrega desinteresada de una mujer que vivió en el más completo anonimato hasta el año 1999 en el que un grupo de estudiantes estadounidenses que investigaban a los héroes del Holocausto dieron con ella en un modesto asilo de Varsovia.

Coincidiendo en el tiempo, nos enteramos de que Clara Sánchez, la escritora ganadora del Nadal, con «Lo que esconde tu nombre» es objeto de amenazas porque, por lo que se ve, aun quedan nostálgicos del Nacionalsocialismo al que les molesta el contenido de esta obra: una novela protagonizada por nazis afincados en el Levante español y donde se recrea la vida de un matrimonio noruego, antiguos nazis, que vive tranquilamente en la costa hasta que aparece Julián, un republicano español que durante un tiempo estuvo prisionero en el campo de exterminio de Mauthausen.

Y estas cartas amenazantes deberían de preocuparnos y mucho: porque significa que aún hay gente que comparte aquella locura humana, porque viven entre nosotros y porque como decía el poema convertido más tarde en canción, si guardamos silencio cuando amenacen a los demás cuando nos toque a nosotros no habrá nadie que pueda defendernos.

Publicado en el diario La Opinión, de Murcia el 13-2-2010

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