Tengo una amiga arqueóloga que dice que el encuentro con nuestro pasado a través del patrimonio arqueológico es una de las experiencias más hermosas de cuantas se puedan disfrutar. Que es algo tan distinto y especial como realizar un viaje en el tiempo, con la posibilidad de vivir, en primera persona, la historia de nuestros antepasados. Y lleva razón también cuando añade que la emoción que se siente cuando se puede andar por las calles en que ellos lo hacían y ver donde cocinaban, donde dormían o donde rezaban, mirar el paisaje que ellos contemplaban y, en definitiva, acercarnos a lo que ellos sentían, es algo inenarrable.
Pero, ciertamente, a mí no me tiene que convencer de todo esto. Seguramente porque tuve la fortuna, hace un tiempo, de descubrir la arqueología a través de un programa que hice para TVE, en Murcia, dedicado al Patrimonio de la Región. Una experiencia impagable que me permitió empaparme del pasado de esta tierra recorriendo cada yacimiento, cada rincón que nos habla de un ayer tan lejano, cada museo arqueológico que guarda amorosamente los vestigios de unas civilizaciones que marcaron lo que hoy somos. Y así encontré en Águilas la voz del arqueólogo Juan de Dios Hernández, o en Cartagena la de Diego Ortiz, en Lorca la de Andrés Rodríguez y las de otros, en distintos lugares, que fueron descubriéndome un mundo fascinante.
Sí, de cada arqueólogo municipal, de cada director de un museo municipal, por pequeñito que éste sea, aprendí algo, o mucho. Cada uno de ellos me transmitió su amor por unas piedras que hablaban y que continúan hablando para informarnos de cómo éramos. Ellos se sentían, se sienten, pagados -sus sueldos no son muy altos- con que un medio de comunicación se interesara por su trabajo en la conservación de la memoria del pasado. Seguramente porque ellos no pertenecen a empresas que les contratan para decir que un yacimiento no tiene gran importancia, cuando la tiene; que un determinado hallazgo arqueológico no pasa de ser una anécdota, cuando no lo es, para terminar dictaminando, contradictoriamente, que se puede construir un aparcamiento y a la vez conservar unos restos arqueológicos descubiertos de manera inoportuna para ciertos intereses.
Déjenme decirles que me siento especialmente feliz. El presidente de la Comunidad ha hablado y ha dicho lo que tenía que decir: que el yacimiento arqueológico de San Esteban será lo que debe de ser, un lugar de interpretación del pasado de Murcia. Ha sido sensible a la inquietud, a la movilización ciudadana. Como él mismo expresaría, no podía ser de otra manera.