Albert Camus, dejó escrito que «una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad la prensa nunca será otra cosa que mala»—lo que está a punto de suceder en EE.UU. con la persecución de Trump a los medios que osan criticarle–. Exactamente igual que ocurre con la Justicia, porque tanto el periodismo, como la Justicia, exigen de una elevada ética: el periodismo debe ser servicio público y servicio a la verdad, mientras que la justicia implica, entre otras cosas, dar a cada uno lo que le corresponde.
Ambas funciones están “tocadas” en muchos paises, en España también. Quizás porque en España, tanto la profesión de periodista como la de juez conocen de algunos bandazos en eso de las exigencias de titulaciones. Tanto, que aquí es posible la aparición de pseudo periodistas y pseudo medios en el Parlamento y el Senado—deberían ser el templo de la verdad y del rigor informativo–, que se dedican a “reventar” las ruedas de prensa de determinados diputados y senadores, convirtiendo en triste espectáculo lo que debería estar rodeado de respeto.
Y esto es posible porque, al parecer, tanto la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), como los Colegios de Periodistas que pululan por nuestro país, están a “Belén con los pastores”, y cualquiera puede crear un medio de comunicación por Internet, concediendo sus propias identificaciones a un personal que, por supuesto, no tiene que ser periodista. Y claro, se les nota, por ejemplo, que no han estudiado una asignatura que imparten en las Facultades de Periodismo—yo tuve la fortuna de estudiarla en la Complutense, de Madrid—“Ëtica y Deontología Profesional”. Una asignatura que te enseña, entre otras cosas, que todo no puede valer. Que hay unas mínimas normas que se han de respetar.
Sí, tenemos una profesión, esta de periodista, que puede ser asaltada por cualquiera que sepa juntar las letras, porque saben que nadie saldrá a defenderla. Ni la FAPE, ni los colegios profesionales—aunque sus estatutos digan que buscan defender los intereses de sus asociados–, ni los políticos. Políticos como Miguel Ángel Tellado, Secretario General del PP que, hasta el pasado mes de julio, aparecía en la Web del Partido Popular como periodista, profesión que fue retirada de su curriculum tras el escándalo del falseamiento de los méritos académicos de la diputada del PP, Noelia Núñez. Y para justificarlo dijo que él, había ejercido de “periodista”. Asimismo: jefe de prensa del Ayuntamiento de Ferrol, jefe de prensa del Grupo Popular en la Diputación de la Coruña, jefe de Gabinete de la Consejería de Trabajo y Bienestar. Puro periodismo.
Y en cuanto a la justicia, pues también hay cosas que chirrían un poco. Por ejemplo, el juez, Juan Carlos Peinado—que se ha hecho famoso por llevar el caso de Begoña Gómez–, es magistrado de un Juzgado de Instrucción de Madrid, accediendo a la carrera judicial, en 1994, a través del ya desaparecido “tercer turno”. Peinado fue nombrado juez tras haber superado un concurso entre juristas de reconocida competencia: perfectamente legal, con estudios de Derecho, pero no de judicatura.
Pues que quieren que les diga, a mi, me gusta más el sistema de ingreso a la carrera judicial, como juez, de ahora: después de estudiar el grado en Derecho, los aspirantes deben superar una oposición común a la de ingreso en la Carrera Fiscal y aquellos que la aprueben pasarán a la Escuela Judicial, donde realizarán un curso teórico-práctico que les habilitará para ejercer de jueces.
Tengo “titulitis”. Me gustan los periodistas, periodistas, con su paso por la facultad, y los Jueces, Jueces, con su paso por la Escuela Judicial. A unos, y a otros, esas instituciones enseñan cosas fundamentales para el ejercicio de unas profesiones que son el soporte de una sociedad democrática.

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