Cuando llegué a Murcia, en 1983, conocí la extraordinaria labor que desarrollaba la Fundación Patronato Jesús Abandonado. Una labor encaminada a mitigar las necesidades de muchos ciudadanos, que encuentran en estos entes, la ayuda necesaria para sobrevivir en una sociedad que, en muchas ocasiones, se muestra hostil con aquellos que, por una y otra causa, salieron de la zona de confort de una sociedad que parece no saber perdonar a los que fracasan.
De la extraordinaria labor llevada a cabo, en todos estos años, por esta entidad nos hablan los últimos datos conocidos de ayuda a los más necesitados. Y estos datos nos dicen que atendió a 1.369 personas; que acogió a otras 1.135; que distribuyó 244.731 servicios de alimentación en sus comedores sociales y que evitó que 1.482 personas durmieran en la calle. Datos lo suficientemente elocuentes como para que una sociedad solidaria y justa haga el esfuerzo económico que esta labor demanda. Pero, al parecer, la administración regional desconoce la labor desarrollada por esta institución porque, de otra manera, no se entendería que permita que Jesús Abandonado haya tenido que cerrar su centro de día de Murcia, situado en la calle Baraundillo: este centro permanece cerrado desde el pasado 24 de abril por falta de medios, aunque desde la fundación se tenga la esperanza de poder abrir en el futuro si “se puede contar con los recursos necesarios para garantizar su funcionamiento y la calidad de las atenciones que ofrece”.
Y claro que ha sido una decisión difícil para quienes hacen posible su desempeño, pero como ellos dicen, lo ha provocado “la falta de financiación suficiente para mantener, en funcionamiento, este servicio esencial”. Un servicio, con capacidad para cincuenta personas, que llevaba abierto desde 2015, y que atendía una media de 30 seres humanos al día. Hombres y mujeres, muy necesitados, que encontraban en Jesús Abandonado la ayuda necesaria para subsistir.
Es cierto que esta institución cuenta con la colaboración de algunas empresas y de particulares solidarios, pero no es menos cierto que estas ayudas no son suficientes para hacerla funcionar. Así es que las subvenciones publicas son imprescindibles para continuar una gran labor de años que se ha visto interrumpida porque, al parecer, están viviendo una falta de financiación agobiante por parte de la comunidad: si ya en el 2024 el Gobierno Regional comenzó a recortar sus fondos a esta entidad, en el 2025 las ayudas han sido nulas, haciendo insostenible su mantenimiento solo con fondos propios y necesitando, perentoriamente, establecer convenios con la Administración Regional a tres años vista, por ejemplo, tal y como apuntan los responsables de esta institución.
Lo que está ocurriendo con las comunidades autónomas es muy curioso. Por ejemplo, cuando el paro baja, los voceros de esas comunidades–cuando no los propios presidentes– salen a los medios de comunicación a cacarear que ha bajado el paro, porque ellos son gestores maravillosos que todo lo hacen bien y consiguen milagros como ese. Pero cuando el paro sube, los mismos voceros nos cuentan que ha subido porque la gestión del Gobierno central es un desastre. Este es el mensaje que nos transmiten, como si ellos no tuviesen ninguna responsabilidad. Y claro que la tienen porque, de otra manera, no tendrían razón de ser.
Como en este caso. Las comunidades autónomas tienen una responsabilidad importante en la atención a las personas necesitadas, ya que son las responsables de la gestión de servicios sociales y la implementación de políticas sociales dentro de su ámbito territorial. Así es que, algo, o mucho, tendrá que ver la Comunidad Autónoma de Murcia en el cierre de este centro de Jesús Abandonado, tan necesario para los más desfavorecidos.

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