Los expertos hablan de la Biblioteca Nacional de España, no solo como la principal biblioteca del país, sino como la más importante de todas las que existen en los países de habla española: el primer centro informativo y documental sobre la cultura escrita hispana.
Y debe de ser así, porque según apuntan “la misión de la Biblioteca Nacional consiste en recopilar, preservar y difundir los diversos materiales bibliográficos, impresos y en otros soportes, que forman parte de la memoria colectiva nacional, a fin de posibilitar el acceso a la información y al conocimiento contenidos en sus colecciones, a todos los usuarios”. Nos vienen a decir, que las bibliotecas nacionales son las guardianas del patrimonio cultural nacional de un país, porque no solo recopilan, preservan y ponen a disposición de todos la historia, es que también abren esa ventana del conocimiento del país a estudiosos de todo el mundo. En definitiva, y tal y como dice la Ley 1/2015, de 24 de marzo, “la Biblioteca Nacional de España, guarda la memoria del Estado español; conserva el saber y difunde el conocimiento”. Lo que debería de obligar a los gestores de la cultura en este país, a prestarle un cuidado especial.
Y en todo esto nos hicieron pensar las imágenes facilitadas por los medios de comunicación, al mostrarnos la sede de la Biblioteca Nacional, en Madrid, inundada de agua, porque esa agua que caía a cantaros sobre la capital de España, sirvió para poner en evidencia la dejadez en la que parece estar sumida la Biblioteca Nacional, como ponían de manifiesto las inundaciones que se produjeron, en la sede de la BNC en Recoletos, de manera especial en la planta 12 del depósito general, la más alta del edificio, para pasar posteriormente hasta la planta 10. De los daños no podemos hablar, entre otras cosas, porque el Ministro de Cultura, en su calidad de presidente de la Biblioteca, no ha dicho ni mu.
España cuenta con un ministro de Cultura muy peculiar. Tan peculiar, que en su primera intervención en el Congreso, en su calidad de ministro, dejó para la posteridad el inicio de un proceso de revisión de las colecciones de museos estatales que “permitan superar un marco colonial”, porque según el ministro “han lastrado, en muchas ocasiones la visión del patrimonio, de la historia y del legado artístico”. (Y me acorde de lo de “el zorro en el gallinero”)
Sí, Ernest Urtasum, es un ministro—forma parte de la representación de Sumar en el Gobierno–, tan particular, que parece olvidar su responsabilidad en el tema de la Biblioteca Nacional con su silencio y que, entre otras cosas, se permite asistir al acto de concesión de los Premios Nacionales de Cultura, entre los que figuraban los otorgados al mundo del toro: la Casa de Misericordia de Pamplona y al torero, El Juli, con cara de “funeral”. Porque como quiera que a este ministro nuestro no le gustan los toros, y como en su calidad de máximo responsable nacional de Cultura estaba obligado a estar presente en dicho acto, demostró su rechazo a la llamada “Fiesta Nacional”—se ha cargado estos premios nacionales—cuando en el momento de la entrega puso cara de “poco amigos” y en una clara muestra de poca educación (se puede ser diplomático y tener estos momentos), no aplaudió a los premiados, mientras los reyes y el resto del público lo hacían. Y no creo yo que a los Reyes les gusten los toros, es que creo que hay algo que se llama “saber estar”.
Por cierto, el Gobierno ha aprobado una subvención de 20 millones de euros para la ciudad de Barcelona, por su capitalidad europea, que beneficiará a 46 entidades culturales, con cargo al presupuesto del Ministerio de Cultura.
Nos parece muy bien, ¿pero para cuando lo de las filtraciones de la Biblioteca Nacional?
Publicado en La Opinión, de Murcia, el 23 de octubre de 2024

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