Inevitable hacernos eco del “tema del día”, y suponemos de mucho tiempo más. Porque el escándalo ha sido propiciado por un político aparentemente respetable—Iñigo Errejón–, con cara de buen chico. Con un discurso razonable. Con el verbo siempre preciso. Y como quiera que ustedes están leyendo, y oyendo, y viendo en todos los medios de comunicación esta escabrosa historia, no añadiré nada más sobre ella, porque, al parecer, todo esta dicho. Pero si es cierto que no está mal cavilar sobre el machismo, muchas veces soterrado con el que nuestra sociedad se manifiesta.
El escándalo que ha provocado la acusación de violencia sexual, a uno de los fundadores de Podemos y portavoz de Sumar en el Congreso, Iñigo Errejón, por parte de la actriz Elisa Mouliaá, ha venido a poner sobre la mesa lo que en pleno siglo XXI muchas mujeres continúan soportando de algunos hombres, que no necesariamente tienen poder, como el político al que nos referimos, pero que si cobra una especial relevancia cuando el acusado ocupa puestos en la sociedad, que hace preguntarse sobre el civismo con el que se les instruye desde que vienen al mundo. Chicos de clase media acomodada. Padres universitarios y asistencia a buenos colegios, pero desarrollados en una sociedad que les hace creer en su superioridad con respecto a la mujer. Porque hay gestos inequívocamente machistas que algunos hombres practican de manera natural.
Porque de manera natural actuaba, Pablo Iglesias, cuando recién llegado a la política, “puso a la derecha del padre”, en el Parlamento, a la que entonces era su novia Tania Sánchez, diputada por Podemos, hasta que fue cambiada de lugar y enviada a lo que llaman en el Parlamento “el gallinero”, para que apareciera a su lado la nueva novia—Irene Montero–, en el mismo sitio preferente que la anterior. Al parecer, el área de ocupación del especio, no tenia nada que ver, en este caso, con las cualidades políticas de ambas y si con la cercanía al amado líder.
Pero el machismo del otrora político no quedaba ahí, porque indigna recordar el incalificable mensaje que Iglesias dedicaba a la presentadora de TV, Mariló Montero, en un grupo de Telegram, del que formaban parte algunos dirigentes de Podemos, en la que aseguraba que «la azotaría hasta que sangrase».
Sí, esto ocurría en el año 2016—ya era diputado en el Parlamento Español–, y los ciudadanos se enteraron porque la afectada le denunció ante el Instituto de la Mujer después de que se filtrara esta vergonzosa conversación porque, como ella dijo, se sintió vapuleada “física, moral, profesional y verbalmente”.
Y del machismo soterrado no se escapan ni algunos medios de comunicación, como un singular programa de humor—La Revuelta—,que se emite en TVE, que tiene una pregunta “obligatoria” para los invitados que pasan por su plató, que han de contestar a eso de si el invitado en cuestión “se considera más machista o más racista”. Y como quiera que, al parecer, nadie se atreve a decir lo que siente, las cosas toman cierto aire de broma, tratando estos temas con una frivolidad capaz de ruborizar a los espectadores que demandan otros contenidos en una televisión publica. Cosas que a gente con un sentido de la vida que casa mal con las bromitas de Broncano –hablamos de la actriz y directora de cine Paz Vega–, le parecen absolutamente rechazables porque, como ella dice, ha estado mirando las respuestas que suelen darle y «es curioso como todos prefieren admitir que son un poquito más machistas que racistas».»Y eso es peligroso porque, al final, tú estás admitiendo algo que es… ser un poquito machista es admitir que el hombre está un poquito por encima de la mujer. Admitir eso es admitir algo que es inadmisible».
Justamente: inadmisible. Es el machismo que no cesa.
Publicado en La Opinión, de Murcia, el 30 de octubre de 2024

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