En la plaza Circular, se encuentra el antiguo edificio de la estación de Caravaca. Allí está la sede de Aguas de Murcia. Y todos los años (también cuando el PP gobernaba el Ayuntamiento), este edificio celebra la Navidad, con los colores verde y rojo en su fachada. Colores que, miren por donde, coinciden con los de la bandera de Marruecos. Equipo que ha ganado a España en el mundial de Qatar. Pues bien, aprovechando el triunfo marroquí y los colores en la fachada, las cuentas de las redes sociales del PP y de Vox, en al ámbito de Murcia, echaron humo vomitando falsedades, fomentando el rechazo y la xenofobia hacia la población de origen marroquí: los populares reflejaron en un tuit que pedirían explicaciones al alcalde socialista, José Antonio Serrano, por la iluminación escogida por Emuasa ya que, según ellos, esta iniciativa era “contra la selección española”. Por su parte, Vox, se hacia esta pregunta: «¿Nos queda claro ya que el Gobierno socialista de Murcia quería que ganase Marruecos?»,
Sí, el pasado 6 de diciembre, Día de la Constitución, se celebraba el partido de Futbol Marruecos España en el Mundial de Qatar. Como ustedes saben, y les apunto antes, España perdió el partido y se quedó fuera del mundial. Pero no, no les hablaré de ese enfrentamiento deportivo. Mi reflexión va por otro camino, el del desencanto con ciertas actitudes de algunos políticos que consideran que cualquier camino es bueno para llegar a conseguir sus logros, que en la mayoría de los casos, no son otros que el desprestigio del contrincante, en beneficio propio.
Y si para eso se ha de mentir, pues se miente, aunque se asista a misa y los frailes y monjas nos dijeran que mentir era pecado (en mi colegio las monjas me lo indicaban así). Todo sea en beneficio de la causa partidista que lleva a muchos a perder incluso el sentido del pudor. Una expresión que parece estar vinculada de manera especial a la sexualidad, pero que también nos habla, entre otras cosas, de la honestidad y la vergüenza. La vergüenza que algunos políticos son capaces de llegar a perder en aras del desgaste del rival, porque el trumpismo, “una ideología política, un estilo de gobierno, un movimiento político y un conjunto de mecanismos para adquirir y mantener el poder asociados a la presidencia y a la base política de Donald Trump, máximo dirigente de los Estados Unidos entre 2016 y 2020”, parece haber creado escuela, hasta tal punto de que en 2016, el British Collins English Dictionary nombró trumpismo, como una de sus palabras del año.
En ese vocablo, parece encerrarse lo peor de la política, porque entre otras muchas cosas, Trump consiguió que las Fake News o noticias falsas “un tipo de bulo que consiste en un contenido difundido a través de portales de noticias, prensa escrita, radio, televisión y redes sociales y cuyo objetivo es la desinformación”, formasen parte de su manera de actuar, hasta tal punto, que logró que Twitter, la red social más usada hasta entonces por Trump, suspendiera la cuenta principal del entonces Presidente de EE.UU ”debido al riesgo de mayor incitación a la violencia».
Sí, “incitación a la violencia”, al odio racial, a todo lo que ustedes se imaginen, porque todo parece valer hoy en política, y me niego a descalificar el noble ejercicio de la misma de manera global. En absoluto. Creo en la democracia, por lo tanto, he de creer en los políticos porque, como he apuntado otras veces, sin ellos no puede haber democracia: el menos imperfecto de los sistemas políticos, el más necesario y conveniente, también, para conseguir una sociedad mejor. Y no se consigue una sociedad mejor, mintiendo y provocando en redes una reacción de odio hacia otros pueblos, hacia los que no piensan como nosotros.
De Vox podemos entenderlo, del PP esperamos otro comportamiento.
Muy de acuerdo contigo Pity.
Los políticos, la política, son necesarios y necesario es su reivindicación.
Igual de necesario como reconocer que ciertos políticos no tienen ni vergüenza ni pudor en decir lo uno y su contrario con tal de hilar discursos incendiarios que pretenden rascar adhesiones para su causa torciendo la realidad de las cosas.