BellugaMuchos ciudadanos de Murcia, que pasean por la plaza de Belluga, que toman café en una de sus terrazas admirando el entorno de una plaza realmente bella, ya olvidaron, o ni siquiera se acuerdan, de que hace años los ciudadanos no podían gozar de ese entorno, porque circulaban los coches por ella. Un tráfico intenso que parecía impedir la contemplación de uno de los imafrontes más impresionantes que podamos ver. Nos imaginamos haciendo ahora una encuesta preguntando a los ciudadanos si querrían que el tráfico volviese a esa plaza. Un tráfico que impediría su disfrute.

De la misma manera, es fácil imaginarse si ahora interpeláramos por la conveniencia de que regresara el tráfico a la Avda de la Libertad. Esa avenida por la que, no hace mucho, también circulaban los coches. Con la vuelta al tráfico desaparecerían los parques infantiles, ese lugar peatonal que tanto necesitan las ciudades, que tanto demandan los murcianos, y un aparcamiento publico situado debajo de ese espacio, que tan importante es para la habitabilidad de esa zona de la ciudad.

AlfonsoY de igual forma, y en este caso no ha transcurrido tanto tiempo, imaginamos el ambiente que se crearía si de nuevo, el Paseo de Alfonso X, regresara al tiempo en el que los coches circulaban por el mismo, dejando de ser lo que hoy es: un lugar agradable para pasear, para vivir. Un lugar del que presumir con los visitantes.

Y hago este repaso por algunos de los lugares que se transformaron, para mejorar la ciudad, porque el “ruido” originado por la presentación del proyecto ‘Murcia en Marcha’, el Plan de Movilidad Sostenible del Ayuntamiento, ha venido a demostrarnos, una vez más, que los ciudadanos tendemos a tener un concepto cortoplacista de las cosas. No queremos que nos molesten, no queremos que cambien nuestro modo de vida, no queremos que alteren el lugar en el que vivimos, porque allí está nuestra zona de confort y los cambios difícilmente son aceptados con normalidad.

Y esto es lo que está ocurriendo con los proyectos encaminados a mejorar el tráfico y la forma de vivir del Barrio del Carmen y Espinardo, donde la intransigencia intenta imponerse a la racionalidad, impidiendo pensar en el futuro del barrio y de los ciudadanos.

Me gusta viajar, raro es el año que no visito algún país. Cada vez más, los centros de las ciudades están ausentes del trasiego de los coches: solamente el transporte público circula por sus calles haciendo de ellas un lugar amable. Y por fortuna, en España también, cada vez más, las más importantes ciudades convierten sus arterias en el ejemplo nuestro de la Avda de la Libertad, de la Plaza de Belluga, del Paseo Alfonso X, y de lo que será en un próximo futuro el Barrio del Carmen con sus amplias aceras.

Lugares para disfrutar, para caminar, para pasear, para sentir la vida. En definitiva, para que no se repita, por ejemplo, lo que padecimos hace poco, en nuestra ciudad, cuando el Ayuntamiento de Murcia tuvo que poner en marcha medidas excepcionales por episodios de contaminación atmosférica de material particulado (PM10), de acuerdo con el «protocolo de medidas a adoptar durante episodios de contaminación atmosférica por dióxido de nitrógeno, dióxido de azufre, ozono y partículas (Pm10)». Medidas obligadas por una atmósfera contaminada a la que ayudan mucho los escapes de los cientos de vehículos que transitan por nuestras calles. En todo eso deberíamos de pensar cuando se nos hable de racionalizar el tráfico, de hacer nuestras calles más vivibles, gracias a los Fondos Next Generation, que harán posible que Murcia se ponga a la altura de ciudades como Bilbao, Barcelona, Valencia, y tantas y tantas otras, que descubrieron hace tiempo que los núcleos urbanos han de concebirse para vivirlos, no para padecerlos.

Publicado en La Opinión, de Murcia, el 23 de noviembre de 2022

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