Las películas americanas nos han venido enseñando formas de vivir y de desarrollarse una sociedad que, poco a poco, ha ido formando parte de nuestras vidas. La globalización (el uso del término se utiliza desde los años ochenta), ese fenómeno basado en el aumento de la interconexión entre los diferentes países del mundo en el plano económico, político, social y tecnológico, ha ido acercándonos en la manera de entender y de ver otros mundos.
Pero el libro “Una retórica constructivista”, de los profesores David Pujante y Javier Alonso Prieto, de la Universidad de Valladolid, que profundiza en “la importancia del discurso social, como un elemento básico para construir una sociedad con capacidad crítica”, me ha hecho pensar que, en ciertos campos, nos falta mucho camino por recorrer para alcanzar esa plena interconexión, como ponen de relieve algunas de esas películas americanas a las que hacia referencia al principio, que reflejan en muchas ocasiones la consideración que en su educación tiene el discurso bien construido, la retórica, que no es otra cosa que “el conjunto de reglas o principios que se refieren al arte de hablar o escribir de forma elegante y con corrección con el fin de deleitar, conmover o persuadir”, según apuntaba Aristóteles, y que otros definen como “la disciplina que estudia la forma y las propiedades de un discurso”.
Tanta es la importancia que conceden en su educación a la capacidad discursiva, a la competencia para interaccionar lingüísticamente en el marco de un acto de comunicación en EE.UU. que todos los años, más de 400 institutos debaten sobre los temas más variados de todo el mundo (en el 2014 lo hicieron sobre el asunto de Cataluña), lo que nos produce una gran envidia porque los debates favorecen que los estudiantes adquieran conocimientos, a la vez que desarrollan habilidades como las de la investigación y la argumentación, así como saber diferenciar, jerarquizar, generalizar, cuestionar, analizar, formular preguntas, entre otras muchas técnicas cognitivas. Y aunque en los últimos tiempos en nuestro país, al parecer, se están poniendo en marcha algunos concursos de debates entre centros escolares, lo cierto es que no están generalizados. No desde luego, al nivel de los países anglosajones que tanta importancia dan a esta disciplina extraescolar, que parece dotar de una capacidad especial para el enfrentamiento dialéctico a sus políticos y hombres de leyes, sin tener que entrar en las descalificaciones constantes, en las simplezas a las que muchos de nuestros políticos nos tienen acostumbrados.
Y en todo esto me ha hecho pensar este libro que me hace llegar nuestro paisano, David Pujante, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, que junto al también profesor Javier Alonso Prieto, presenta un profundo estudio en el que distintas firmas nos adentran en el conocimiento de los más variados discursos, porque tal y como apunta en el prologo del libro que firma el también catedrático Francisco Chico Rico, la retórica constructivista aúna los fundamentos teóricos y prácticos de la retórica “como corriente de pensamiento multidisciplinar defensora de la convicción de que la realidad no es algo que exista fuera y al margen de nosotros, sino que es una construcción mental (una “invención) resultante de los procesos cognitivos que llevamos a partir de nuestras interacciones con el entorno físico y social que nos rodea”.
No estaría mal que se fomentasen estas actividades en los colegios públicos españoles, porque se nos antoja una práctica necesaria para aprender a hablar en público, desde niños. Para aprender a debatir con respeto, a dialogar con razonamientos que, ahora, parecen ausentes de nuestra sociedad. No, no estaría nada mal.