images Hace unos doce años en un viaje que hice a EE.UU, concretamente a Seattle, me llamó la atención; no estaba acostumbrada, a que no se pudiese fumar en ningún lugar publico: hoteles, restaurantes, bares, estaban vedados a los fumadores. A nadie noté nervioso, Todo el mundo aceptaba el hecho como algo natural. Aquí parece que se anuncia el final del mundo. Los hosteleros ponen el grito en el cielo y nos anuncian las siete plagas de Egipto, la ruina para los empresarios de hostelería, el fin de los establecimientos que ofrecen estos servicios. Nos anuncian apocalípticamente que uno de cada siete bares de la región echará el cierre—dicen que “podrían”, algo es algo—por la ley antitabaco, y no se cuantas cosas más.

Pero lo cierto es que en trece países de la UE ya se prohíbe fumar en bares y restaurantes: Portugal, Suecia, Irlanda, Italia, Malta, Bélgica, Inglaterra, Lituania, Alemania, Estonia, Holanda y Francia. Es decir, más de 200 millones de europeos viven en países donde no se puede fumar en espacios públicos cerrados, aún así un tercio de los ciudadanos europeos continua fumando y casi seiscientos cincuenta mil mueren cada año por causa del tabaco, pese a que la prohibición de fumar en espacios públicos, que en los últimos cinco años se ha implantado en los mencionados países europeos, ha reducido en cerca del 12% los ingresos en los hospitales por infarto de miocardio, según los expertos que participaron en el Congreso de la Sociedad Europea de Cardiología, celebrado en Barcelona.

De otra parte, más de un millón de españoles abandonó el tabaco tras la entrada en vigor de la ley y los infartos se redujeron en un once por ciento en los hombres y un nuevo por ciento en las mujeres. Aún así, el ministerio de Sanidad justifica el endurecimiento de la ley en que el tabaco provoca cincuenta mil muertes al año, entre los fumadores, y alrededor de tres mil fallecimientos por tabaquismo pasivo ¿y saben? se que esto que voy a decir les sonará muy fuerte pero los que me preocupan son los tres mil–el resto están en su derecho de matarse como quieran: de gozar del placer que les produce fumar– porque yo estoy en ese cifra que tiene que aguantar el humo de los demás, que no tiene ninguna responsabilidad en la emisión de esos gases contaminantes y que tiene que soportar, invariablemente, el exhalar un humo que no produce: así de claro.

La legislación española actual prohíbe fumar en el trabajo, centros culturales y en restaurantes y deja en manos de los bares y locales de menos de 100 metros la decisión de prohibir fumar o no. Y así nos va.

Publicado en el diario La Opinión, de Murcia, el 23-1-2010

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Pity Alarcón

Periodista, con trabajos en los medios de comunicación de televisión, radio, prensa escrita. Profesora asociada de la UMU. Una vida dedicada a la comunicación.

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