UNA MANERA ARISTOTÉLICA DE SER

Le conocí cuando era Presidente de la Asamblea Regional y yo llegaba a Murcia para dirigir RNE. La charla se alargó mucho más de lo concertado así es que, desde el primer momento, percibí ese agradecimiento que experimentamos hacia quien nos recibe en su casa y nos hace sentirnos cómodos. Un agradecimiento que el tiempo transformó en afecto y lealtad personal.

Siempre admiré su saber estar, de manera especial cuando deja de ser presidente y se incorpora al Instituto Alfonso X, con la naturalidad del “decíamos ayer”, seguramente porque siempre procuró hacer realidad esa frase de Churchill de “cuando subas, no pises a nadie porque al final te encontrarás a la misma gente”. Y ciertamente, es difícil imaginárselo “pisando” a alguien. Así es que, debo de reconocer que mantener con él una charla es un placer y oírle hablar de su niñez una enseñanza: “Yo recuerdo mi infancia muy feliz. Mi padre no vivía con nosotros; estaba en Francia, en el exilio, y el resto de la familia vivíamos en Lorca y aunque yo no conocí a mi padre, físicamente, hasta los dieciséis años nunca carecí de la figura paterna, seguramente porque yo era el menor de diez hijos y esa carencia fue suplida por mis hermanos mayores que hacían de padres”.

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