En muchas ocasiones no estoy de acuerdo con las opiniones del periodista Alfonso Rojo y con otras de diferentes tertulianos, y no tengo porqué estarlo, porque todos tenemos derecho a ver el mundo desde distinto prisma, desde diferente punto de vista, pero yo, como la frase atribuida al parecer erróneamente a Voltaire– fue en realidad utilizada por primera vez por una escritora inglesa llamada Evelyn Beatrice Hall que escribió una biografía sobre el famoso filósofo francés–, esa de “no estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo”, creo, sí, en la legitimidad que él tiene para manifestar sus opiniones libremente, como a mi me permite este periódico hacerlo semanalmente.
La libertad de expresión representa, sin lugar a equivocarnos, uno de los derechos fundamentales del ser humano, tal y como está recogido en el artículo 19 de la declaración universal de los derechos humanos, algo que, al parecer, no acaban de comprender algunos componentes de Podemos, comenzando por sus cabezas pensantes, que se están especializando en la descalificación de todos aquellos que no comparten sus postulados, como vengo comprobando en los últimos tiempos, en que se han puesto de acuerdo Iglesias y Monedero para no dejar títere con cabeza, sobre todo las de aquel o aquella periodista que pone en cuestión sus planteamientos.
Mi vocación periodística me lleva a escuchar y ver variadas tertulias de contenido político porque de todas ellas aprendo algo y miren por donde en esas tertulias normalmente hay alguien de Podemos y los escucho con especial atención, sobre todo porque siempre me sorprenden con algo nuevo, que ya es mérito. Lo que para ellos es normal una semana, la siguiente cambia como por arte de birlibirloque, pero me interesa lo que puedan decir porque todo ilustra. Pues bien, en los últimos tiempos siempre hay alguien de Podemos arremetiendo contra algún miembro de la prensa que osa poner en cuestión sus opiniones y sus ideas. Es decir, unos señores que se pasan el tiempo hablando de “casta”, descalificando a todo bicho viviente se ponen estupendos cuando otros hacen lo mismo que ellos, sin empacho en ofender a quienes se atreven a no estar de acuerdo con sus postulados.
Esto es lo que está ocurriendo de un tiempo a esta parte. Así, un abogado como Javier Nart, a su vez militante de Ciudadanos, tuvo que decirle a Juan Carlos Monedero que el prefería gente como Rojo a gente como Maduro, porque los ataques del de Podemos eran esperpénticos, llegando a manifestar que el apoyo que, según él, prestaba el mencionado periodista a Ciudadanos ubicaba a este partido en un sector más cercano a la extrema derecha. Pasmá me quedé. Pero es que, en el mitin que Podemos celebró en Barcelona, el pasado 21 de diciembre, era el líder de la formación Pablo Iglesias quien en dos ocasiones insultaba al periodista tachándole, a él y a otros profesionales, a los que a Iglesias les parecen molestos, de «caniches rabiosos”.
Sí, en 20 minutos que duró su intervención en ese acto dedicaba una parte importante de su espacio a arremeter contra los periodistas que se permiten manifestar su desacuerdo con las ideas de Podemos. Y no pude por menos de comparar el talante de Pablo Iglesias con el de otro político, este del PP, que ahora ocupa un puesto importantísimo en la administración regional que también tenia la costumbre de intentar amedrentar a según que periodista, con nulos resultados es cierto.
Un periodista, de derechas o de izquierdas, ha de tener un acusado sentido crítico de lo que le rodea pero sobre todo, como dice el reciente premio Planeta Jorge Zepeda, “el periodista debe ser leal a sí mismo”. Que miedo me dan los que no respetan el derecho que todos tenemos a disentir. El derecho a la libertad de expresión.