Las imágenes que hablan de las noticias de ámbito internacional, nos muestran la comparecencia conjunta, ante los medios de comunicación, del primer ministro de Portugal, el socialista José Sócrates, y del líder del primer partido de la oposición, el conservador Pedro Passos, escenificando la unión de ambas formaciones políticas para intentar sacar a su país de la crisis en la que, como todo el mundo, está inmerso. Y sí,
estas imágenes de los políticos portugueses consiguen despertar nuestra sana envidia por lo que transmiten de unión entre gobierno y oposición en la búsqueda de soluciones, sobre todo cuando comprobamos como aquí Zapatero y Rajoy continúan culpándose mutuamente de todos los males escenificando, una vez más, en el Parlamento el abismo que les separa: en la ultima comparecencia no hubo ni un solo punto de encuentro entre el Ejecutivo y los populares. Confiar en que el ejemplo de los políticos portugueses les haga reflexionar es esperar mucho.
Mientras tanto, el presidente de la Generalitat, José Montilla, logra que no salga de mi estupor ante un discurso, el suyo, que consigue superar, en el tono y en las formas nacionalistas, a los de sus antecesores, Puyol y Maragall– dos genuinos apellidos catalanes– pese a que su lugar de nacimiento fuera Córdoba. Y yo aplaudo la capacidad de adaptación del ser humano, que el ha superado ampliamente, pero lo que no puedo entender es que un hombre, con su larga trayectoria política, se convierta en la “mosca cojonera”, perdonen el lenguaje, del gobierno al que sustenta el PSOE, siglas a las que debe el titulo de Honorable President de la Generalitat. Que ahora esté dispuesto a enfrentarse a su partido de toda la vida aliándose con los nacionalistas a cuenta de la renovación del Tribunal Constitucional es muy difícil de entender.