LOS SABORES DE LA FELICIDAD
Nació en Cehegin: cuestas, edificios nobles, paisaje abierto a todos los vientos. Y una niñez que recuerda como el soporte de su manera de ver el mundo, de entender este desde unos valores que sus padres le inculcaron: el sentido de la responsabilidad, la seriedad en el trabajo, en la vida, porque nos dice que sin la cultura del sacrifico que le transmitieron no hubiese podido conseguir nada: “Yo siento que a mis padres les debo el haberme puesto en el camino de entender unos valores que, ahora, a mi me parecen menos palpables”. Y junto a esto, el recuerdo de los aromas y del roce con las texturas de los productos de la huerta, porque su familia siempre tuvo una. Y evoca con placer el contacto con la tierra húmeda, el coger un pimiento y percibir el olor de lo recién recolectado y notar la textura de un pepino recién cortado, o comer los albaricoques directamente del árbol en un autentico placer para los sentidos: “El rigor de la educación por un lado y del acercamiento a lo que son los sabores por otro me hace tener un recuerdo muy fuerte de mi niñez”. Y nos pone como ejemplo de intensidad de sabor, de textura inolvidable, lo que el llama “los níscalos de toda la vida”. Un sabor asociado a su tierra que supera, nos dice, los que haya podido comer en los mejores restaurantes del mundo.