Como pasa el tiempo, parece que fue ayer cuando se daba a conocer el “Código Ético del PP”. Ocurría en el año de 1993, el PP era dirigido por Aznar y descubrían que la democracia exige el compromiso ético de los políticos. En dicho documento se escribían cosas como “El clima creado por la denuncia de constantes irregularidades en la política española reciente ha derivado en una pérdida de confianza que alcanza incluso a las instituciones representativas”. Sí, parece que fue ayer.
Veintiún años después, otro dirigente del PP; a su vez presidente del Gobierno, Mariano Rajoy—nos acercamos a las elecciones y hay que sacarse conejos de la chistera– nos habla de nuevo de códigos éticos y de regeneraciones democráticas planteando cosas como la reducción de aforamientos de cargos públicos—la verdad 10.000 nos parecen una pasada–, la elección directa de los alcaldes o la reducción de diputados autonómicos. Pero si el señor Rajoy cree que todo esto basta para recuperar la confianza perdida de los ciudadanos se equivoca porque una regeneración sin limpieza de corruptos en sus filas; y en las de otros, no puede ser regeneración, aunque se avanzaría mucho si, por ejemplo, se procurara promover las listas abiertas, aunque seguiría sin ser suficiente porque no puede haber regeneración sin limpieza de la vida pública, sin prescindir de los que están enfangando la sociedad, sin expulsar a los que están provocando que el ciudadano se aleje de las instituciones porque está cansado de los que utilizan la política; que debería de ser un servicio publico, para su benéfico.
Regeneración seria que la presión fiscal recaiga en los ricos, las grandes empresas y la banca y no en las clases medias y trabajadoras.
Regeneración seria que una alcaldesa y diputada regional—Isabel Toledo alcaldesa de Pliego –no continúe en sus cargos después de ser condenada por un TSJ.
Regeneración seria que un Delegado del Gobierno—Bascuñana, de la Región de Murcia—no pueda negarse a declarar ante un juez.
Regeneración seria que un alcalde, en el banquillo de los acusados—Daniel García Madrid, de Torrepacheco– no pueda escudarse ante el juez en que “se fiaba de lo que le daban a firmar técnicos y concejales”, porque si tan alto es su desconocimiento de las normas él mismo se descalifica para ocupar un puesto así, sobre todo teniendo en cuenta que es abogado y se le supone un conocimiento de las leyes superior a otros.
Regeneración seria que alcaldes o alcaldesas a los que se les descubre en grabaciones vergonzosas con empresarios que ponen a su disposición variadas canonjías no pudieran continuar en sus puestos, como la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo.
Regeneración seria impedir que el Tribunal de Cuentas se convierta en una oficina de empleo de los hijos nietos y sobrinos de los que están en ella y se pudiera impedir que, por su ineficacia, tengan que encargar a una auditoria externa lo que ellos deben de hacer, porque esto suena a sainete y a burla.
Regeneración pública tiene mucho que ver con que un Gobierno, en este caso del PP, no pueda cambiar 26 leyes de una tacada por el sistema de decretazo sin someter las mismas al debate parlamentario exigible en cualquier democracia… y no continuo porque la lista se haría interminable. Mientras que todo esto esté ocurriendo nos preguntamos a que regeneración se refiere el señor Rajoy,
El maestro de periodistas Guillermo García-Alcalde, en un articulo publicado el pasado miércoles en LA OPINIÓN, se refería a eso que Rajoy llama Regeneración Democrática y lo hacia así: “El verbo degenerar con el prefijo re expresa doble degeneración”. Pues eso.