Pelo largo, barba no muy poblada, mirada azul. Sí, el escritor de novela negra, Jerónimo Tristante, podría pasar por un británico que intenta descubrir las bondades de la literatura española: alto, piel blanca y sonrisa fácil. Es amable sin esforzarse, es así en definitiva; cordial y cercano.
La entrevista tiene lugar en el IES Salvador Sandoval, de las Torres de Cotillas. Los alumnos se sumergen en un ir y venir de clases y el bullicio puede llegar a ser ensordecedor. Y en un intento por escapar del runrun mantenemos la charla en un laboratorio. Marcial disfruta con maniquíes que reflejan con precisión los secretos del cuerpo humano y delante de nosotros él, que tiene una mezcla de pensador y profesor despistado y que admite que el impartir clases le da la vida porque le permite estar en contacto con los jóvenes, de los que, nos dice, siempre aprende mucho porque, para el, la enseñanza forma parte consustancial de su vida.
Y comienza, casi disculpándose, porque no tiene recuerdos especiales de su niñez: “ La gente mayor se acuerda de detalles de su infancia que, sinceramente, no acierto a recordar. Yo creo que tuve una niñez normal, ni felicísima ni traumática: iba a los Maristas, jugaba al baloncesto…, esas cosas”.